sábado, 13 de septiembre de 2008

"Imagen de Julio Cortázar" de Ignacio Solares


Música: Banda de sonido de "Lyrics & Music" (una comedia romántica ideal para ochentosos nostálgicos. ¿No parece la historia de Wham?)

Hora: 14:40

Me gusta Cortázar, más allá de los cuestionamientos habituales. Reconozco, como muchos que el mejor Cortázar es el de los cuentos ("Final de juego", "Bestiario", los clásicos). Mi top ten de cuentos preferidos tiene varios puestos ocupados por Cortázar. Y pese a reconocer, también, el anacronismo y el excesivo artificio de "Rayuela", no deja de ser una novela que me da ganas de leerla cada vez que la veo en la biblioteca. Cortázar me gusta y en ese sentido no acepto razones. Es una cuestión de gusto, que va más allá de los análisis.

Quizá, por todo este fanatismo, cada libro nuevo sobre Cortázar me llama la atención y si la publicación coincide con el aguinaldo, mi billetera tiembla y una vocecita me repite machacante: "compralo, compralo, compralo". El libro de Ignacio Solares, a primera vista, no parece ofrecer nada nuevo. Un prólogo de García Márquez con una anécdota bastante conocida de Cortázar y García Marquez; y un epílogo-carta al autor de Saúl Yurkievich, que tampoco aporta mucho y que funcionan más como una validación intelectual al trabajo de Solares.

Trabajo arriesgado el de Solares: Porque proponer una lectura religiosa cristiana de Cortázar suena de por sí, arriesgada. Solares mismo la plantea como tal y la verdad que por momentos resulta demasiado artificiosa y rebuscada. Que ciertas ideas religiosas recorren la obra de Cortázar es cierto, pero poco tienen que ver con el cristianismo. Pienso en un Cortázar interesado en el orientalismo (la trascendencia, el mandala, el karma y todos esos símbolos y conceptos que recorren "Rayuela"). Pero proponer una lectura cristiana me parece al menos difícil de sostener.

No por eso el libro es aburrido. Es fácil y ameno de leer y, aunque no aporta demasiado al análisis crítico de la obra de Cortázar, vale la pena leerlo (quizá, no comprarlo), aunque más no sea para presenciar un nuevo desguase del anecdotario cortazariano.

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