Música: nada (el televisor está prendido)
Hora: 20:30 (y todavía no preparé las clases para mañana)
Hora: 20:30 (y todavía no preparé las clases para mañana)
Hola.
Me llamo Sofía pero no siempre tuve este nombre. Es más, aunque no lo puedan creer, hubo un tiempo que ni siquiera tuve nombre.
Fueron meses difíciles... la panza era cómoda, no puedo negarlo, pero a mamá se le daba por vomitar o no comer nada. Las primeras semanas pensé que me llamaba Náuseas porque era la única palabra que se escuchaba ahí adentro. Yo pensaba qué lindo, un nombre de diosa griega. Después supe que no era ni griego, ni divino. Era lo que sentía mamá cada vez que yo me movía.
Pero la cosa se puso peor... Al quinto mes, mis papás se decidieron finalmente por nueve nombres. Así me llamé por unas semanas Camilo Antonela Juan Ernesto Ludmila Fidel Maitena Charly Agostina Superman Vuela, que si bien no eran feos (salvo el chiste final de mi papá) no entraban en el documento. Además en las ecografías (que es una foto muy fea que te toman cuando estás adentro de la panza de tu mamá) no se veía si era una nena o un nene. Porque, pobres papás, en lo inesperado de mi llegada, todavía no me habían comprado ropa y yo andaba desnuda en la panza y ni loca me dejaba fotografiar. Que se aguantaran, entonces.
En el octavo mes, en un descuido (estaba algo dormida) me vieron finalmente y se enteraron que era nena. Cinco nombres se dejaran de lado (aunque papá siguió insistiendo en ponerme Charly, para dejar contento a García, un amigo o algo así que tiene). Me llamé entonces, por unos días, Antonela Ludmila Maitena Agostina, lo cual no es feo pero sí largo.
Entonces nací y en la corrida al hospital se perdieron cuatro nombres. Seguro que los encontraron, nadie puede pasar al lado de un nombre tirado en la calle sin darse cuenta. Los buscaron, pusieron un aviso en el diario pero ya otras nenas los tenían y los querían tanto que no los iban a devolver.
La cuestión es que nací sin nombre. ¡Qué mal! Los médicos cantaban mientras nacía: “¡Fea la actitud, fea la actitud!”
Y yo salí enojadísima de la panza de mamá. ¡Qué manera de gritar! Claro, desnuda y sin nombre. Grité, grité y grité hasta que me pusieron entre los brazos de mamá, que me calmó con un suave “ssssh”. Papá no podía hablar y sólo decía “ooooh” como una sirena que se queda sin pilas. Y yo me calmé y mamá respiró aliviada “ffffh”. Ahora, empezaba lo difícil. Porque aunque no lloraba, yo tenía miedo y si no gritaba era porque apenas podía decir “iiiih” entre lagrimitas. Y fue entonces que me quedé sola con mi papá y mi mamá en el cuarto del hospital. Allí abrí apenas los ojos y apreté fuerte el dedo de papá y de mamá. Ellos dijeron “aaaah” con cara de feliz cumpleaños. Y entre los “ssssh”, “ooooh”, “ffffh”, “iiiih” y este último “aaaah” apareció mi nombre: Sofía. Qué significa también sabiduría aunque para mis papás es alegría. Y así me llamaron y así me llaman: Sofía.
Me llamo Sofía pero no siempre tuve este nombre. Es más, aunque no lo puedan creer, hubo un tiempo que ni siquiera tuve nombre.
Fueron meses difíciles... la panza era cómoda, no puedo negarlo, pero a mamá se le daba por vomitar o no comer nada. Las primeras semanas pensé que me llamaba Náuseas porque era la única palabra que se escuchaba ahí adentro. Yo pensaba qué lindo, un nombre de diosa griega. Después supe que no era ni griego, ni divino. Era lo que sentía mamá cada vez que yo me movía.
Pero la cosa se puso peor... Al quinto mes, mis papás se decidieron finalmente por nueve nombres. Así me llamé por unas semanas Camilo Antonela Juan Ernesto Ludmila Fidel Maitena Charly Agostina Superman Vuela, que si bien no eran feos (salvo el chiste final de mi papá) no entraban en el documento. Además en las ecografías (que es una foto muy fea que te toman cuando estás adentro de la panza de tu mamá) no se veía si era una nena o un nene. Porque, pobres papás, en lo inesperado de mi llegada, todavía no me habían comprado ropa y yo andaba desnuda en la panza y ni loca me dejaba fotografiar. Que se aguantaran, entonces.
En el octavo mes, en un descuido (estaba algo dormida) me vieron finalmente y se enteraron que era nena. Cinco nombres se dejaran de lado (aunque papá siguió insistiendo en ponerme Charly, para dejar contento a García, un amigo o algo así que tiene). Me llamé entonces, por unos días, Antonela Ludmila Maitena Agostina, lo cual no es feo pero sí largo.
Entonces nací y en la corrida al hospital se perdieron cuatro nombres. Seguro que los encontraron, nadie puede pasar al lado de un nombre tirado en la calle sin darse cuenta. Los buscaron, pusieron un aviso en el diario pero ya otras nenas los tenían y los querían tanto que no los iban a devolver.
La cuestión es que nací sin nombre. ¡Qué mal! Los médicos cantaban mientras nacía: “¡Fea la actitud, fea la actitud!”
Y yo salí enojadísima de la panza de mamá. ¡Qué manera de gritar! Claro, desnuda y sin nombre. Grité, grité y grité hasta que me pusieron entre los brazos de mamá, que me calmó con un suave “ssssh”. Papá no podía hablar y sólo decía “ooooh” como una sirena que se queda sin pilas. Y yo me calmé y mamá respiró aliviada “ffffh”. Ahora, empezaba lo difícil. Porque aunque no lloraba, yo tenía miedo y si no gritaba era porque apenas podía decir “iiiih” entre lagrimitas. Y fue entonces que me quedé sola con mi papá y mi mamá en el cuarto del hospital. Allí abrí apenas los ojos y apreté fuerte el dedo de papá y de mamá. Ellos dijeron “aaaah” con cara de feliz cumpleaños. Y entre los “ssssh”, “ooooh”, “ffffh”, “iiiih” y este último “aaaah” apareció mi nombre: Sofía. Qué significa también sabiduría aunque para mis papás es alegría. Y así me llamaron y así me llaman: Sofía.
1 comentario:
...¿así se hacen los mitos no?...
...cuanta ternura...
...(me siento leyendo un relato hecho por el personaje de Big Fish)...
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