domingo, 10 de noviembre de 2013

Crónica bahiense I

Dale click antes de empezar a leer.

Bahía Blanca ha desaparecido.
Cuando encontramos una conexión abierta de Internet es lo primero que escribimos. Las conexiones duran muy poco. No sabemos quién las abre pero sabemos que las cierran desde el Polo. Yo prefiero utilizar este blog. Los blogs sé que no los monitorean tan seguido como las cuentas de correo y los perfiles de FB. Este blog es de una época mejor cuando escribía, daba clases y salíamos a caminar por la ciudad.
No es tiempo de ponerse melancólico. Hay que ser rápido, breve, archivos que no llegan a un mega, posteos múltiples e insistir para que las cosas se sepan.
Dentro de poco se cumple un año. Pero las cosas empezaron mucho tiempo antes. Lo sé porque llevo un registro desde temprano, quizás porque tempranamente la infección llegó a la familia.
El registro más viejo que tengo es del 20 de octubre de 2013. La noticia generó repercursiones de ocasión, sospecho que también armadas. Un titular apenas destacado por La Nueva Provincia y casi una nota al pie en los diarios de Buenos Aires. En la farsa que mantiene el Polo, el link todavía sigue activo:


Domingo 20 de octubre de 2013
SE REQUIEREN ESTUDIOS MEDIOAMBIENTALES PERMANENTES
Un interrogante peligroso envuelve el aire del centro
Hace 20 años, con casi 100.000 automotores menos, en el macrocentro ya se habían detectado valores contaminantes por encima de los límites tolerables.


La primera excusa fueron los autos. Las infecciones respiratorias aumentaban. La ausencia de estadísticas cubrían la epidemia. En las guardias rotaban a los enfermeros y a los médicos para que solo tuvieran una conciencia difusa de lo que realmente estaba pasando. Todo comenzaba con un ligera molestia en la garganta que a las pocas horas se volvía un ardor intenso, en ocasiones con vómitos y descomposturas. En la guardia hablaban de algo virósico, impreciso, reposo y esperar tres días. Generalmente, el dolor remitía pero la infección permanecía. Un cambio de humor, cierta violencia desmedida, como una desproporción entre la causa y la consecuencia se percibía en la calle. Hoy sabemos que eso era el síntoma más claro de que la infección iba en aumento.
Los diarios decían: accidentes de autos, inseguridad, reacciones inesperadas. Basta recorrer el mes de octubre de aquel año: más de cincuenta accidentes de tránsito informados, peleas callejeras, violencia escolar. Algunos hablaban de un desgaste social pero la cuestión pronto reveló otras cosas.
Lean la nota: se habla de un informe de 1998. Ese informe está perdido, mucho antes que se cerrara la Municipalidad o que se inundaran los subsuelos del Hospital Municipal. Sospechamos que alguna copia debe estar en el Hospital Penna pero nos resulta imposible llegar. Las noches son muy breves ahora y con luz de día se hace imposible andar por la calle. Los que leyeron ese informe hablan de un pedido claro para que se investigara las extrañas reacciones de seis pacientes (una familia del Rosendo López) que se presentaron en la Guardia con una afección respiratoria sumamente irregular. Luego de haber sido dados de alta por la misma Guardia ante presiones, se supone, del director del hospital, se mataron entre ellos prendiéndose fuego.
Insisto lean la nota sobre el aire. Una nota necesaria porque para esa época ya el aire se sentía raro y no había que ser un especialista para darse cuenta. Había que justificar, entonces. Fijense como el Polo se difuma en la excusa de los autos. Controles, ja! Controlado estuvo el Rosendo López desde el 2010 hasta hace unos meses atrás cuando fue bombardeado desde la Base. Reconozco que ironía no le falta a los muchachos detrás del muro: decidieron destruir el foco (y los infectados con sus familias y, por supuesto, con todas las posibles evidencias) el 11 de abril de 2013. 


Pico de electricidad dijeron los medios, pero la cuestión es que el barrio desapareció. Ahí nos dimos cuenta que las cosas estaban muy complicadas.
Algunos estudiantes de la Uni piensan que el inicio de la epidemia fue en un tanque de agua abandonado del Rosendo López. No lo sé. Hemos ido a revisarlo: no ha quedado nada. Un inmenso páramo con escombros que fosforencen en la madrugada, fogatas que nacen del suelo y que continúan encendidas años después del bombardeo, enormes ratas sumidas que avanzan estúpidas chocándote los pies sin apenas cambiar de rumbo y ningún hombre. De aquel barrio de la foto solo queda esto:


¿Cómo pueden seguir creyendo que Bahía existe? Bahía está desaparecida.