domingo, 16 de enero de 2011

Libros

Texto publicado en http://asiquesoslesbiana.blogspot.com/
Un blog muy piola para leer. Un recorrido sincero y directo que merece el formato libro para atesorarlo, subrayarlo, discutirlo y releerlo como aquellos que menciona el texto y que siempre vuelven a nuestras vidas.



Leo muchos libros, pero no todos me hacen querer devorarlos. Analizo la construcción de la oración, las formas de entrelazar los contenidos, el desarrollo, el equilibrio sentimiento-acción. Hay libros que por todas estas cosas hacen que no pueda despegarme ni un minuto. Aguanto las necesidades básicas para seguir investigándolo. Deseo el avance de la trama y las formas, pero detesto pensar que el libro, inexorablemente, va a terminar. Otros, pobres libros, los leo de a ratos, cuando se puede, los leo para distraerme. No subrayo nada. Avanzo, en parte, para ver el final. Busco fundamentos a las formas y el análisis queda ahí: no encuentro un sentido (mucho menos varios sentidos). El libro pasa por mi vida como muchas otras experiencias, como rituales vacíos, como rutinas. De pronto avanzo siete páginas y siento que no me dejó nada. O me fui por las nubes pensando en la cotidianeidad. No son los libros más preciados, los del lugar especial en la biblioteca o en la casa, los intocables, los cuidados como oro. No son los que se buscan intensamente en la librería ni se releen y se subrayan siempre cosas nuevas hasta que el libro parece estar casi todo lleno de escrituras (a lápiz o mentales) y se los recomienda a cada persona que esté buscando algo para leer.

Hay ciertos libros en el medio. En un primer momento parecen buenos. Se subrayan ciertas cosas. No existe tal apego simbiótico aunque sí la necesidad de lectura. Quizás por el momento que uno está viviendo encuentra cierta magia en el libro. Pero luego, años después, se lo vuelve a leer y el libro es insulso y las frases subrayadas presentan la incógnita de por qué se las subrayó. No presenta más desafíos. Es un libro más, aunque quizás teñido por el afecto que algún día despertó.

Muchas relaciones son así, como los libros. Conmueven a la persona cuando se la cruza inesperadamente en la calle y luego del saludo de despedida la sonrisa perdura. Pero el resto de los días esa persona ni asoma en los pensamientos. Otras, intensas, no nos permiten imaginarnos sin tenerlas en nuestra vida. Son parte de nosotros, se resignifican, se valoran, se avanza y retrocede, se construye un camino, sinuoso a veces, pero camino común al fin. Rachel es el libro que me apasionaba pero que me fue arrebatado, la única edición de ese libro que me prestaron pero que tuve que devolver antes de terminarla y ya no pude volver a tenerla. Me quedaron palabras por subrayar, espacios por resignificar, silencios por entender. Me quedé en la cuarta o quinta página de un libro gordísimo. Y si cuatro o cinco páginas valieron tanto la pena, entonces el libro entero debía pertenecer, tarde o temprano, a mis favoritos.

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