miércoles, 25 de noviembre de 2009

Prólogo a la antología de próxima edición "Los seis magníficos"

Western


Cae el sol. El viento sigue soplando. La sequía ha cubierto la ciudad de un polvo denso, espeso. En la avenida principal una fiesta se interrumpe momentáneamente. Seis figuras apenas delineadas en los últimos brillos del atardecer se asoman y avanzan a paso seguro. Algunos huyen despavoridos y se esconden, espiando a través de las cortinas y persianas como en tiempos pretéritos. Saben que algo va a pasar y tienen miedo. Algo está por conmover su mundo y prefieren ocultarse, antes que sobrexponerse a la verdad revelada. Un chico se cruza y es rápidamente arrastrado por su madre. “Son poetas” le dice al oído, susurrando, y el pequeño abre los ojos inmensos. Su pequeña cabeza apenas puede comprender esto, es gente que escribe poemas, piensa una y otra vez y no puede entenderlo. El niño, en cambio, no deja de mirarlos y en algún lugar de él un pequeño poeta comienza a gestarse. El tiempo pasará y un oscuro personaje se cruzará en su vida y le acercará esta antología y nada será igual para ese ex-niño, ahora poeta. Pero esa es otra historia que el tiempo se encargará de escribir.

Los poetas llegan a destino. Se detienen, se sientan y leen. Las palabras se disparan y rebotan por toda la sala. Algunos tratan de escapar pero la palabracea les impide huir. Los versos atraviesan corazones, almas, estómagos, partes pudendas (algunos incómodos no pueden evitar llevarse la mano al pecho o cruzarse disimuladamente de piernas). Es un cruce de versos imparable, casi sesenta minutos dura la tensión. Hasta que callan y levantan la vista.

Nadie ha logrado escapar. Los cuerpos abatidos de palabras solo pueden aplaudir. Un gesto físico que aplaca el retumbe interior. Los seis magníficos se paran y marchan. A los minutos desaparecen, misteriosos. Algunos dicen que para el lado del mar, otros que se subieron a un colectivo, que inexplicablemente llegó a horario y vacío. Tan solo un viejo, al que todos creerán loco, señalará hacia el centro de la ciudad (los tontos mirarán solo el pequeño dedo con uña de tierra y moco) y repetirá: “yo les dije que la poesía iba a tomar la ciudad, yo les dije...”. Pero ya no lo oirán inmersos en la rutina, consolados en el recuerdo. Mientras tanto, en la ciudad, las seis siluetas seguirán disparando versos en la blanca bahía.

¿Quién se anima a ponerle el pecho a las palabras?


Bahía Blanca, Noviembre 2009

1 comentario:

FIFTILS dijo...

seguro es un buen libro