martes, 6 de enero de 2009

Vacaciones = cine


Aclaración: para su seguridad intelectual este texto se encuentra enriquecido con hipervínculos (links, en español bonaerense) debidamente identificados por la manito mutante de su cursor.


Empezaron las vacaciones, hora de hacer todo lo planeado en el año para cuando tuviera tiempo libre. Fatal momento que ya ha llegado y que me encuentra con las suficientes ganas como para ir comprar algunas pelis pirateadas (¿se puede decir esto?), alquilar otras y enganchar títulos siniestros y patéticos de la cinematografía mundial en el cable (tanto que joden con la deconstrucción y cómo no analizan las prácticas del espectador de cable, recolectando fragmentos de películas en distintos horarios, diversos canales y un orden que solo se resuelve meses después en el sueño de una siesta entrecortada también) para luego tirarme en un sillón caluroso que insiste en pegarse contra mi espalda. En fin, hora de ver películas.
La primera: The african queen (1951) de John Houston. Un clásico que mereció una relectura de Clint Eastwood en la muy buena White hunter, black Heart (1990) (che, me siento re-intelectual citando en inglés, ahora me mando un latinazgo) y que dos por tres aparece en los listados de películas que hay que ver antes que el cine de terror tipo Saw te queme la última neurona. Y la verdad que está bueno despacharse con un clásico y descubrir todo una manera distinta de entender el cine y la actuación. El argumento es sumamente básico: una especie de road-movie (o river-movie) en el medio de la selva africana. Muchas imágenes tipo National Geographic, calor, rostros sudados, fiebres y ruido ambiente. Una selva jodida, no esperen a Simba corriendo con una sonrisa colmillar en atardeceres rojizos. Acá es el hombre enfrentado a la naturaleza (ahora me acuerdo de The ghost and the darkness (1996), se estreno como “Garras” o algo así, una peli muy buena con Michael Douglas y Val Kilmer (actor caído en desgracia que me sigue pareciendo un actorazo como pocos) en donde perseguían a una pareja de leones asesinos también en África. En el caso del film de Houston la pareja son un marino de lanchita almacén tipo islas del Tigre (muy Haroldo Conti o, mejor, Horacio Quiroga) y una señorita inglesa puritana y estructurada (muy “Otra vuelta de tuerca” de Henry James). Los dos deben huir de un ataque alemán en plena Primera Guerra Mundial y en la huída deciden hundir un buque insignia (atención con el torpedo casero que se mandan, borrador de proyectos McGiver). La historia es lineal, el romance obvio es sumamente cursi (pero si pensamos que James Cameron empachó al mundo de la misma manera con su cursilería romántica con “Titanic” y lo forraron de Oscars, se lo puede dejar pasar) y las escenas de acción zafan con una técnica artesanal que genera tanto admiración como ternura (con qué poco te hacían el hundimiento de un barco, vuelve “Titanic” a mi mente, creo que es un trauma). Ahora la pregunta: ¿es realmente una película que hay que ver sí o sí? Difícil y esto es una opinión así que se puede discutir: muy bien Humphrey Bogart, muy bien Katharine Hepburn, pero como clásico y película de aventuras me parece que la inflaron demasiado. Si la combinación es Houston & Bogart & aventuras, mil veces The treasure of the Sierra Madre (1948) y si la idea es ver un duelo actoral mujer-varón clásico, las opciones son miles y para muestra un botón: A star is born (1954) con Judy Garland (si les gustó Charlie and the chocolate factory (2005) de Tim Burton vean The wizard of Oz (1939) con Mrs Garland adolescente) y James Mason. A ver para que quede un poco más fundamentado: un clásico (pensando en Calvino) debe sobrevivir al paso del tiempo y generar nuevos interrogantes a los nuevos espectadores, la película de Houston carga, como el protagonista a su bote en un río cenagoso, el paso del tiempo (piensen en cualquiera de Chaplin y se entiende mejor lo que quiero decir) y ese arrastre se siente al mirar la peli. En mi opinión, The African Queen tiene muy poco para decir ya, tiene el gusto del cine de sábado de superacción (aunque prefería las de vaqueros), buenas actuaciones y ahí se queda, en la cuenta pendiente saldada: la vi. Por lo menos así lo veo yo (Guillermo Nimo dixit, este es el latinazgo que prometí al principio del texto).

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