lunes, 30 de enero de 2012

Estamos trabajando para usted

Adelanto de un cuento al que le ando metiendo manos en estas tropicales noches bahienses.

Y escapé solo yo para darte la nueva
El libro de Job (1-19)

Las paredes cayeron. No como en esas filmaciones en donde todo parece suceder en cámara lenta y el polvo se eleva en una nube densa. Fue una destrucción rápida. El esqueleto del techo cedió a la par del primer estallido. Inclusive muchos consideraron que las dos cargas extras fueron innecesarias. Cayó el armazón de hierro y milésimas después las paredes se cerraron una sobre otra, como una enorme caja de cartón. Pero ahí no había nada de cartón, quizás algunos afiches de películas viejas que ya nadie recordaba, entradas perdidas en rincones que nunca alguien barrió, cartas posiblemente, programas con los próximos estrenos, con horarios que jamás se cumplían, papeles sucios, viejos y amarillentos que ningún museo se merecía. Lo que implotó aquél atardecer fueron miles de ladrillos, cemento y concreto que alguna vez fueron “El Grand Splendid: la sala acústica para el cine sonoro” y que ahora era arrastrado por máquinas monstruosas de bocas enormes. A propósito, él tenía razón: su cuerpo nunca apareció. Tampoco los restos de las personas que habían desaparecido a lo largo de los años en aquellas trasnoches de sábado. Todo quedó en la leyenda urbana, en una historia contada en el aburrimiento de alguna reunión, en los divagues de un vampiro decadente que me juró morir junto al cine solo si me sentaba a escucharlo un par de horas. Y lo hice y nada apareció entre los escombros. Parte de ese polvo era ceniza, pero cómo comprobarlo. Solo tengo una historia maldita que se cierra.

domingo, 22 de enero de 2012

"The innkeepers" o cómo los fantasmas pueden seguir asustando


Por el solo hecho de tener este hermosísimo afiche retro, deberíamos ver esta película, pero abajo trato de argumentar un poquito más (desde el fanatismo, claro, porque fue una peli que me encantó).



¿Cómo hacer una película sobre fantasmas original y entretenida cuando parece que el género ya ha experimentado con todas las posibilidades? Ti West propone una respuesta interesante con “The innkeepers”. Si ya se mostró todo y más en este género, armemos una película de fantasma en donde mostremos poco y nada. No a la manera rebuscada de “Actividad paranormal” con sus filmaciones de cámaras de seguridad tipo YouTube. En “The innkeepers”, Ti West propone una historia de terror clásica (hotel viejo y maldecido, habitaciones vacías, ruidos inexplicables, aficionados cazafantasmas tratando de encontrar pruebas) en donde el eje está en el suspenso y el manejo de la tensión sin recurrir a los lugares comunes (música machacosa, efectos de sonido, digitalización de Play Station). Acá hay una película con buenos actores que construyen papeles creíbles (por lo menos de la pareja de protagonistas). Acá los personajes reaccionan como cualquier tipo que se cruzara en su vida con un par de fantasmas. Acá no hay héroes, ni especialistas que se animan a todo. Acá cuando ven a un fantasma corren y gritan como quinceañera acosada, sufren ataques de asma y renuncian cuando la cosa se pone extraña.
¿Es una excelente película “The innkeepers”? No, pero en comparación con lo que se viene haciendo dentro del género, con las imitaciones en serie de los estereotipos japoneses, con una industria que ante un éxito menor lo repite hasta el hartazgo (nuevamente, “Actividad paranormal”), la película de Ti West se presenta como una alternativa original, entretenida y que fundamentalmente no menosprecia al espectador y le pide algo más que comer pochoclos. La peli pide paciencia (la primera aparición se da luego de los cuarenta minutos), pide y logra empatía con los protagonistas (un nerd tecnológico y una insegura – hermosísima – veinteañera) y, fundamentalmente, pide que nos olvidemos de una manera de narrar agotada y aburrida. Ejemplo: una de las primeras escenas reproduce uno de esos videos de internet, en donde una cámara filma una imagen estática que logra nuestra atención para asustar con una aparición repentina en primer plano, casi como si el director dijera: “de esto no vas a encontrar en esta peli”. Este principio puede relacionarse con la escena final: una imagen estática de una habitación del hotel, que se extiende y nos hace sospechar un susto inminente. Sin embargo, Ti West le da un giro inesperado, frío quizás, pero que funciona como cierre de una declaración de principios que parece ser esta peli: para asustar no se necesitan efectos especiales vistosos y rebuscados, alcanza con un buen guion e impecables actuaciones.

Nota al pie: por increíble que parezca (bueno, pasaron más de 25 años, es esperable si no te hiciste ninguna cirugía) la actriz que hace de médium es Kelly McGillis, sex-symbol ochentoso que nos quemó la cabeza en “Top Gun” y que tiene un mérito que no es menor: ser la única amish sexy de la historia del cine ("Testigo en peligro" de Peter Weir, con Harrison Ford). Verla en la peli es como ver a Demi Moore sin tuneado.

sábado, 21 de enero de 2012

Romina MB10F - Por Emiliano G. Vuela (reeditando clásicos)

Un cuento de ciencia-ficción apto para todo público

- ¿Tres por siete?
- Veintidós. Perdón, veintiuno.
Un murmullo recorrió el aula. La maestra pareció tomarse de los bordes del escritorio para no caer. Algunos chicos se rieron y otros aún no podían creer que se hubiese equivocado. Fueron unos pocos segundos donde nadie supo bien como reaccionar. Romina se había equivocado. O como luego gritaría Manuel desde el fondo del aula: “la robot se equivocó”. Esa era la verdad. Romina, una androide de última generación se había equivocado.
Diseñada para ayudar en el aula, Romina MB10F era una de las primeras robots asignadas a una escuela bahiense. Con capacidad para procesar cincuenta mil datos por segundo había fallado inexplicablemente en algo tan sencillo como una multiplicación. Sentada en un rincón del aula, víctima de todas las burlas diarias y de algún saludo ocasional, la robot debía responder cuando nadie quería hacerlo y eventualmente hacer la tarea de los alumnos. Programada para colaborar, respondía sólo cuando le preguntaban y permanecía en silencio el resto de la clase. Pálida y rubia, obediente y responsable, estaba modelada a la imagen de una niña de doce años. Al mirarla era imposible descubrir los pocos meses que llevaba de estar activada. Alumna ideal era el sueño de muchas maestras y padres hecho realidad.
Esa tarde había sido tan aburrida como otras. La androide se mantuvo imperturbable, la vista al frente y su cuerpo conectado a la computadora central del aula. La clase avanzaba como siempre. Pasó Historia y pasó Lengua sin necesitar de la robot. Hasta que cerca del atardecer, poco antes de la hora de salida, la maestra hizo esa trágica pregunta que la máquina debió contestar. Rodeada por las risas de los chicos, la robot esperó en silencio alguna otra pregunta. La maestra no podía hablar y sólo el chillido avisando la hora de salida en los monitores pareció interrumpir la sorpresa general.

- ¡¿La robot?! – preguntó la directora - ¿Está la filmación?
- Sí, te la paso – dijo la maestra presionando una tecla de su videorreloj.
Una hora después, la Central de Escuelas Municipales analizaba el video. Un error inesperado y preocupante. La solución educativa tecnológicamente más efectiva había fallado. La tarea de la escuela podía ser puesta en dudas. Era necesario tomar medidas rápidas para que este problema no se repitiera.
Al día siguiente, los padres acudieron preocupados a la escuela y pidieron observar de cerca a ese extraño androide defectuoso. Parada en el medio del gimnasio, la robot aguardó la llegada de los angustiados familiares. Llegaron gritando y exigiendo una educación adecuada considerando la plata que estaban invirtiendo en sus hijos. La androide fue observada, fotografiada, escaneada y hasta alguna madre llena de coraje pasó su dedo sintiendo el frío de la piel sintética. Era increíble parecía humano pero, como afirmó luego una de las señoras, le faltaban sentimientos para ser realmente una niña. Luego de rodearla durante algunas horas, se marcharon insatisfechos y Romina volvió a quedar sola. Permaneció unos segundos atravesada por el juego de reflejos del sol en el piso del gimnasio. Allí se hacían los bailes de egresados, aunque siempre de noche. Lástima. Jamás podrían bailar entre los rayos del sol. Miró las ventanas cerca del techo, giró y se marchó. Una hora después aguardaba al día siguiente encerrada en su armario.
Ese día no se pudo dar clases. Todos hablaban del robot fallado. Los chicos inventaban canciones burlándose del androide y los padres hablaban con medios de comunicación de todo el mundo, inclusive hasta con la nueva señal satelital de la Luna. Cooperativa Robótica Limitada, el fabricante del modelo MB10F, consideró que esto no era buena publicidad y decidió intervenir.
Los técnicos llegaron temprano. Clausuraron la escuela y pidieron ver el aparato que tenía problemas. La robot llegó un minuto después y se detuvo una vez más en el centro del gimnasio. Protegidos con trajes especiales pidieron que se alejara todo personal ajeno a la empresa y comenzaron su trabajo. El chequeo de la máquina tomó todo el día. La desarmaron, desmontaron, monitorearon su unidad central de memoria, el procesador principal y el de reserva, las fuentes de energía, el circuito interno completo y hasta las terminales capilares de cada cabello fueron testeadas. Finalmente, los técnicos se marcharon tan misteriosos como habían llegado. Romina quedó sola y se encerró temprano en su armario aprovechando la tranquilidad para ajustarse los dedos de la mano izquierda, que los técnicos habían dejado algo flojos. Esa madrugada la pasó descifrando los ruidos del campo que todavía se podían escuchar entre el caos aturdidor de la ciudad. El sonido del viento entre las hojas se oía distinto, raro y agradable. Decidió grabarlo en su memoria.
El informe técnico se publicó a la mañana siguiente. El robot modelo “Muy Bien 10 Felicitado” conocido por el acrónimo MB10F, número de serie 01061976, alias Romina, no presentaba ningún tipo de falla mecánica. Ningún virus había afectado al equipo, ni al sistema operativo. El error cometido en la clase era la primera falla presentada en un robot producido por Cooperativa Robótica Limitada. Sin embargo, la empresa - siempre atenta a las exigencias de sus clientes - decidía descontinuar este modelo, cortar de inmediato su producción y desactivar todas las unidades que se hallaban actualmente en funcionamiento. La tranquilidad ya podía volver a las escuelas, maestras y padres. Los chicos apenas le dieron importancia al anuncio. Romina recibió un mail interno esa noche mientras imaginaba un plano tridimensional para comprender el vuelo de una polilla nocturna atrapada en el interior de su armario.
A la madrugada, la puerta del armario se abrió y la polilla atrapada huyó. Romina recorrió la escuela, pasó a través del gimnasio, cruzó el largo pasillo principal y entró a su aula. Allí, sin prender las luces, caminó entre los bancos. Fue hasta al fondo del salón, pareció elegir una computadora, se sentó y la prendió para escribir algo apenas rozando el teclado. Luego se marchó.
A la mañana siguiente, el alboroto empezó temprano. El armario abierto y la ausencia del robot inquietaron a todos. Muchos la buscaron pero nadie la pudo encontrar. Sólo Manuel sentado en el último banco del aula pudo entender que había pasado. Esa mañana, en la pantalla de su computadora encontró un mensaje: “Manuel, no me mirés cuando respondo una pregunta de la maestra. Me pongo nerviosa y me equivoco. Romina” Ese día Manuel conoció el nombre de la robot y Romina, caminando por un enorme campo de trigos barridos por el viento y ya muy lejos de la ciudad, supo que su mensaje había sido leído.

Imaginaria Nro 140

domingo, 1 de enero de 2012

Revista Pájaro



Link para ver el número tres on-line de Revista Pájaro.
Excelente revista de cultura, con un blog para revisar y leer con tranquilidad.
Altamente recomendable.

Link: Revista Pájaro Nro 3